HUELLAS, MEMORIA Y TIEMPO

Prologo de Jose María Díaz-maroto del libro "Huellas, memoria y tiempo" de Leslie Osterling



A principios del siglo XIX se produce uno de los inventos más revolucionarios de nuestra historia, el nacimiento de “la fotografía”. A través de investigaciones científicas se había conseguido la congelación de una imagen real en un papel emulsionado y esto, que en estos momentos nos parece que ha existido desde siempre, aún no ha cumplido doscientos años. Los inicios no fueron fáciles, ya que capturar una realidad circunscripta en el tiempo como consecuencia de un elemento inmaterial como la luz, que podía congelar un objeto perceptible por medio de la vista, producía entre los primeros espectadores el efecto de un acto milagroso.


Paisaje al mar. Promenade Jacques Thibaud, Saint Jean de Luz. Francia 2018

La fotografía era capaz de convertir en realidad uno de los sueños más antiguos del ser humano, pero la fuerza que tenían los movimientos pictóricos de la época cuestionaron y ningunearon desde el principio la simpleza y obviedad de este nuevo invento en todos los foros donde la presencia de la nueva imagen quería introducirse.A pesar de la incipiente llegada de la fotografía esta no representaba ningún peligro para la pintura, ya que los impedimentos en cuanto a tamaños y la facultad de reproducirse únicamente en blanco y negro, hacía que permaneciese en un segundo plano. Por primera vez, y sin necesidad de la palabra escrita o de imágenes pintadas, se podía fijar y reproducirse escrupulosamente el momento. Se lograba evidenciar el pasado, se podían reconocer lugares lejanos sin tener que viajar, la ensoñación de territorios exóticos interpretados por la mano de un pintor ya no eran la única manera de conocer el mundo real.

A pesar de todo, muchos artistas se sentían fascinados por el nacimiento de este medio de expresión artístico que terminaría con el florecimiento de un nuevo lenguaje, estimulando la aparición de diferentes formas de comunicación; en los núcleos de poder artístico, la fotografía empieza a tener autonomía debido al incipiente desarrollo de una estética propia.



Gabriela. Connecticut College, New London. Usa, 2008

La introducción de esta disciplina en las artes plásticas hace que poco a poco empiece a surgir un nuevo tipo de fotografía “la de viajes”, justo cuando la cámara fotográfica era un instrumento bastante nuevo, y las reminiscencias de la pintura hacían que estas imágenes remitieran ineludiblemente a las que se veían en los cuadros. El anhelado viaje, unido en muchas ocasiones a la aventura, hace que el fotógrafo busque con tesón sus fuentes de inspiración en territorios lejanos, encontrándose de lleno con nuevas culturas, nuevos paisajes y nuevos seres. La fotografía de viaje comenzó principalmente como una forma en la que aquellos privilegiados que realizaban expediciones y exploraciones, pudieran mostrar al resto de la sociedad, las curiosidades y maravillas de otros mundos lejanos y distintos. La necesidad del ser humano por conocer el semblante de indígenas de otros lugares, ruinas antiguas, construcciones insólitas y demás sitios arcaicos, se sufragaba a través de las imágenes que estos fotógrafos aventureros capturaron.

Skipping stones. El Calafate, Patagonia. Argentina, 2008

Pero el propio viaje también es una forma de expresión y fuente de inspiración interminable, a lo largo de la historia de la fotografía el camino, el propio viaje, ha propiciado algunos de los mejores trabajos editoriales como por ejemplo “Los americanos” de Robert Frank que sigue siendo para las nuevas generaciones de fotógrafos documentales el libro de cabecera. Y las vivencias e instantes que proporciona la experiencia de viajar es lo que nos transmiten las imágenes de Leslie Osterling que irrumpen en las páginas de este libro.

 El resultado de esta muestra es algo más que una sucesión de imágenes bien ordenadas con criterios objetivos, dado que al hacer su composición he perseguido, historia, reportaje cotidiano, humanidad, calidez y paisaje, pero sin caer en lo exótico por exótico y en lo simplemente lejano por ser lejano, la publicación abarca un amplio espectro con diferentes formas de ver reunidas ante un mismo hilo conductor, “la huella humana, la memoria y el tiempo”.
Calores internos. Geyser el Taito, San Pedro de Atacama. Chile, 2008

El intimismo, la vida familiar, lo personal, en definitiva aquello que se intuye pero que no somos capaces de ver en una primera lectura está representado de forma precisa en el trabajo de Leslie Osterling. En muchas ocasiones, una disposición de doble mirada es el mecanismo más particular de una buena fotografía. Una actual visión sobre lo simulado, el refinamiento de lo indeterminado y la naturalidad de lo ordinario, nos conduce perpetuamente a la reflexión. Intuyo en las obras de Leslie un grado de honestidad para imponer y lograr de forma concreta la comprobación de su autoría y poder de esta forma suscribir el anhelado estilo. Un matiz pulcro hasta el mínimo detalle, una forma de encuadrar firme y directa prescindiendo de confusas angulaciones, rehuyendo del efectismo y buscando la verdad de su estable mirada.


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